El error no es un fracaso. Ni es dolor, ni decepción, ni frustración, ni desánimo… Equivocarse y reconocerlo es lo más inteligente que el ser humano puede experimentar. Nos sentimos fracasados cuando nos adueñamos de los éxitos de los demás -de sus parejas, de sus trabajo, de su situación económica-, comparándonos con ellos, sin darnos cuenta de que esos no son los éxitos que nos corresponden a nosotros. Esas exigencias, quizá, nos quedan un poco grandes. Que las cosas salgan de un modo distinto al deseado es una opción y, aunque duela, equivocarse es sinónimo de aprendizaje, de crecimiento, de nuevos planteamientos de vida.
Es bueno soñar, tener expectativas, deseos y luchar por esos proyectos de vida que deseamos. Así lo han puesto de manifiesto el equipo de jóvenes talentos de Pernod Ricard con los que hemos reflexionado estos días sobre El arte de fracasar. Tener proyectos nos genera motivación, permite enfocarnos en nuestras prioridades, alejarnos de lo que resta y vivir una vida en coherencia con nuestros valores y con lo que deseamos. Pero debemos ser flexibles y vivir sin miedo a estropear o perder esos planes. Porque los proyectos son eso, solo proyectos. Son sustituibles, modificables, eliminables e, incluso, perdibles. No te definen tus derrotas. Lo que te define es el valor con el que te vuelves a levantar, el valor con el que vuelves a ilusionarte con una nueva meta, la creencia de que serás capaz, de que es posible tener segundas, terceras y muchas oportunidades más. Es posible tener un fracaso en un proyecto pero no significa fracasar como persona.
No es lo que no conseguimos, sino lo que intentamos conseguir. Eso ya es un éxito, porque es innegable que los errores son necesarios para poder seguir avanzando. Éxito y fracaso son estaciones de un mismo recorrido, un paso más en el camino, nunca el final del mismo. Son la clave para saber por dónde sí y por dónde no. Los errores simplemente suceden. Nada más. Hay que sacar aprendizajes y conclusiones, pero no sufrir más allá de lo razonable. Lo razonable es pensar en lo que nos hace grandes, para contrarrestar aquello que no termina de salir.
Como con casi todo en esta vida, los errores hay que analizarlos, definirlos, asumirlos y encararlos. Después, respirar y dar las gracias. Equivócate, y si es posible, con prontitud. Atrévete. Siempre podrás rectificar.