Una alegoría es una composición literaria que conecta una idea abstracta con la realidad que se quiere representar. Platón, en La República, propone la ‘Alegoría de la Nave’, en la que el dueño y piloto de la misma -el más aguerrido y fuerte de los miembros de la tripulación-, se ve mermado por sus condiciones físicas y psíquicas y es relegado de su puesto. Los marineros restantes luchan entre sí hasta que un grupo se hace con el control del barco y navegan hasta su destino en medio de toda una orgía de desenfrenos, pasiones y deseos.
Pilotar una nave exige de un guía, que lleve la embarcación a buen puerto, y de una tripulación, que se deje pilotar y que sea capaz de tomar decisiones dentro de su propia responsabilidad.
Cuando el verdadero piloto falla, la tripulación navega sin rumbo, sin control, sin seguridad alguna y sin confianza. Pilotar la nave de nuestras vidas nos exige, por un lado, una mirada introspectiva –centrada en lo que pienso y siento- y una mirada reflexiva hacia los demás –en lo que realmente expreso, para no ir a la deriva. La virtud, pues, de ese capitán radica en tomar decisiones que marquen el camino que se ha de seguir. Su aptitud debe sustentarse en la autoestima, en la confianza, en el respeto y en la seguridad que todo ello proporciona. Fruto de este equilibrio, las aguas permanecen en calma y el barco no zozobra.
Pero en ocasiones, el miedo, la vergüenza, la culpa, la resignación… nos hacen sentirnos vulnerables y nos impiden expresar nuestros sentimientos al desnudo. Vacilamos para no molestar. Nos callamos por no ofender. Asentimos por complacer. “La mitad de nuestros problemas en la vida pueden ser identificados por haber dicho que sí demasiado rápido o por haber dicho que no demasiado tarde”, afirma Josh Billings, problemas que bien podían haber sido resueltos con una buena dosis de asertividad.
Porque ser asertivo va más allá de decir no de manera positiva. Ser asertivo te da derecho a la imperfección, a actuar de manera diferente, a errar, a crecer, a transformarte, a cambiar de opinión, a protestar, a pensar antes de actuar, a elogiar y a recibir errores, a gozar, a disfrutar, a tener éxito… Pero de la misma manera, nos exige escuchar, dejar que otros piensen y actúen a su manera, aceptar esas decisiones, que los demás cambien, que crezcan, que no sepan recibir y dar elogios, que disfruten, que tengan éxito.
La asertividad es reciprocidad. Es ser honesto contigo mismo para poder serlo con los demás. Es respetar y pedir respeto, pero no a costa de tus deseos y necesidades, no por miedo a ser rechazado.
Esta semana, Éthica ha trabajado con un equipo de profesionales todas aquellas conductas que nos limitan a ser asertivos, que nos impiden decir un ‘no’ positivo, desde el respeto. Hemos trabajado con algo tan valioso como la honestidad, porque somos asertivos cuando existe coherencia entre lo que pensamos, lo que decimos, lo que sentimos y lo que reflejamos con nuestro cuerpo.
Capitanea la nave de la asertividad con la humildad y el coraje de SER y de DEJAR SER y no habrá polizón que pueda cambiar el rumbo de tu destino, el destino de tu alma.