Las emociones nos ayudan a conectar con los demás y con nosotros mismos, son funcionales y nos muestran cómo nos sentimos y qué necesitamos atender. Nos influyen y en ocasiones nos gobiernan, por lo que surge la necesidad de la gestión emocional; aprender a manejarlas mejora nuestras relaciones y nuestra respuesta a situaciones adversas de la vida.
«Solo florecemos si nuestras necesidades emocionales -en especial las de protección y afecto- están atendidas.» (Elsa Punset)
Es curioso cómo abrazamos la alegría y rechazamos la tristeza. Nos incomoda sentirnos tristes, y es ahí dónde debemos hacer el primer ejercicio para/con nosotros mismos: ABRAZAR NUESTRA TRISTEZA.
Abrazarla como una emoción más que cumple su función adaptativa al entorno o situación que estamos viviendo.
El siguiente paso sería acompañarnos, sentir la emoción y acompañarte en ese proceso puede resultar sanador, darle espacio para ser y en ese espacio puede que encuentres que propósito tiene esa emoción en tu vida ahora mismo. Qué te está comunicando. Y qué puedes hacer tú con ella.
Es importante no catalogar las emociones como positivas o negativas, todas y cada una de ellas cumplen su función y por lo tanto son normales. Normalizar la tristeza, la apatía y la desgana nos libera de la culpabilidad que a veces nace por sentirnos así.
Además los estados emocionales son pasajeros, es como ese cielo que a veces se torna gris y se llena de nubarrones, que van pasando y se van moviendo… La serenidad, como cualquier otra emoción, se puede entrenar; ¡Y esta es la buena noticia! Podemos tomar distancia de esas nubes (o emociones que nos incomodan) observándolas, entrenando nuestra mirada interior a través de la meditación o relajación, posicionándonos como observadores y no identificándonos con ese estado que nos desestabiliza.
Las emociones están en ti pero no definen lo que tú eres.
Bailar con las emociones, dejar que fluyan, que nazcan y cumplan su función, no reprimirlas, respetarlas y darle espacio es una manera de no luchar contra lo que estamos sintiendo. Hacernos partícipes de nuestros estados internos y entrenar una inteligencia emocional que nos permita sentir y educar estas emociones sin que nos controlen y dirijan nuestra vida.
Puedes bailar con las emociones si el baile lo diriges tú.