Carta a mis emociones

Queridas emociones,

Hoy he sabido que todo eso que sentía y siento se llaman EMOCIONES. Sí, vosotras. Que habitáis en todos los seres humanos, aunque algunos torpes no sepamos distinguiros. Bueno, no sepan. Yo me acabo de presentar y no puedo por menos que rendirme a vosotras. Porque conoceros me hace sentir mejor persona. Me hace, incluso, sentir. Ahora, me doy permiso para pararme a pensar, aceptar y poner nombre a esas extrañas sensaciones que antes desconocía.

Ahora sé que puedo amar de manera apasionada, pero si no controlo esa pasión, el amor se puede convertir en algo tan enfermizo como es la obsesión. Sé que puedo y debo estar loca de alegría, pero con sumo cuidado para que esa locura no me lleve a la peor de las locuras, la euforia. Sé que el miedo es sano, porque me hace estar alerta y me previene de multitud de peligros; pero en su grado máximo puede conducirme a un estado de pánico que me paralice y no me permita actuar. Ahora sé que la tristeza es ese momento en el que hay que estar en silencio y llorar –por lo perdido, por lo no encontrado, por el dolor, por la muerte, por la soledad…- Sé que me debo conceder vivir esas experiencias de tristeza, pero también sé que, si permanezco demasiado tiempo en ellas, me sumiré en un estado depresivo del que me costará la vida salir. Y sé, también, que contra las injusticias sociales que me rodean debo mostrar rabia, mucha rabia, pero sin llegar nunca a la ira.

¿Veis? Ya sé quiénes sois, cómo os comportáis y cómo debo gestionaros para actuar de manera sana y coherente, mitad racional mitad pasional. Ahora que os conozco y os reconozco, que soy capaz de poneros nombre, que os acepto y puedo gestionaros, ahora sé que ya nunca más volveré a vivir sin vosotras.

Fdo.: Un emocionado con la vida

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *