La redactora de Expansión, Montse Mateos, conversa con Eva Aguilera. ¿Alguna vez has sentido querer hacer algo que los demás o tú mismo frenabas? Tienes la flexibilidad, la actitud… pero no te atreves a salir de tu zona de confort. Les sucede a muchos profesionales: se creen capaces pero algo les frena.
¿Qué elementos definen a este tipo de profesionales? ¿Es el confort, la falta de objetivos, el miedo a ser jefes…?, ¿qué les impide conseguir esos objetivos?
Existen muchos elementos que impiden que un profesional se atreva a dar un paso hacia adelante y acercarse hacia sus motivaciones o sueños.
Cuando una persona no se atreve a cambiar, hay dos cuestiones que están ocurriendo en paralelo. Por un lado, existen situaciones en el presente que le aportan un beneficio del “no cambio” (puede ser estabilidad financiera, aceptación o aprobación de otros, control, seguridad, etc.). Por otro lado, le cuesta visualizar en el futuro un beneficio suficiente como para moverse y atreverse a actuar.
Los primeros serían los valores estáticos (los que mantienen a la persona en el momento actual). Los segundos son los valores dinámicos (los que impulsan al movimiento), bien acercándoles a lo que anhelan, bien alejándose de lo que les incomoda. Cuando una persona no se atreve a cambiar, hay dos cuestiones que están ocurriendo en paralelo, los valores estáticos y los dinámicos.
Estos profesionales son personas que viven bajo una sensación permanente de no disponer de tiempo para hacer las cosas que realmente le aportan o le gustaría hacer. Suelen responder con facilidad a interrupciones, urgencias y peticiones de otros. Esto les hace sentirse “útiles y realizados estando disponibles” (aunque esto les cuesta reconocerlo). Justifican su falta de atrevimiento o de iniciativa bajo la frase “tal y como están las cosas, es mejor quedarse como estamos”.
En otras ocasiones, lo que ocurre es que no disponen de modelos referentes en su entorno personal y profesional que les sirva de ejemplo a seguir. O los ejemplos que tienen a su alrededor actúan precisamente de contra-modelos. Por ejemplo, el caso de una profesional que no se atreve a aceptar un puesto de directiva porque en la cultura de su organización eso supone “trabajar más horas y estar más disponible”.
En el trasfondo de estos perfiles, habita una palabra. Da igual como sea el apellido. El nombre es el MIEDO. El miedo surge como una respuesta automática y adaptativa ante una situación que la persona percibe como una amenaza. Salir de lo habitual, de lo cómodo y de lo conocido supone entrar en zonza de vulnerabilidad. El miedo surge cuando la persona vive internamente la sensación de que no dispone de esas habilidades, recursos, habilidades o fortalezas suficientes que les facilite el camino. Ante el miedo, el profesional puede bloquearse (no hacer nada por avanzar en sus metas), huir (olvidarse de ellas y no afrontar situaciones concretas que les incomoda) o afrontar (buscar recursos internos y externos que le aporten seguridad y atreverse a actuar).
¿Cómo se puede diseñar una hoja de ruta que te lleve directo a la consecución de esos retos?
El primer requisito para diseñar una hoja de ruta es tener claro hacia dónde quieres ir. Ya hablaba Viktor Frankl en su libro “El hombre en busca de sentido” de la importancia de tener una visión de futuro para sobrevivir en condiciones desfavorables. La pregunta es: ¿cómo me gustaría verme en un futuro a corto-medio plazo?
Si la visión de futuro está definida de forma positiva, es alentadora y te emociona, es más fácil empezar a caminar en esa dirección y la hoja de ruta aparece sola.
Algunas cuestiones importantes a abordar para diseñar el camino hacia la meta son:
- de dónde partes (situación actual): qué juicios y creencias tienes sobre ti mismo y sobre tu entorno;
- que obstáculos prevés: de qué tipo son y qué necesitas para hacerles frente;
- qué recursos necesitas para el camino: personales, sociales, económicos, etc.;
- qué peaje estás dispuesto a pagar en este viaje;
- qué no estás dispuesto a perder;
- cómo quieres ser: a qué cosas les vas a dar importancia por encima de otras;
- cómo harás cuando las cosas no salgan como esperas;
- y como te darás cuenta de que ya estás allí.
El papel lo soporta todo. Para mí, la hoja de ruta se construye andando. A veces basta con dar un primer paso para empezar a ver con más claridad los siguientes.
¿Qué papel desempeñan los jefes e incluso tus compañeros de trabajo para dar luz verde a esos instintos de superación?
En el momento en que el profesional se compromete consigo mismo en la consecución de sus retos, compartirlo con el mundo es un paso muy importante. Cuando declaras en tu entorno tu intención de cambiar, avanzar o lo que sea que decidas, adquieres un compromiso no sólo contigo mismo, sino con el mundo que te rodea. Compartir tus propósitos con los demás, te hace más humano. El papel de los jefes es trascendental: a veces consiste en facilitar el camino. En otras ocasiones, consiste en vencer los propios miedos a que otros brillen.
Cuando declaras en tu entorno tu intención de cambiar, adquieres un compromiso con el mundo que te rodea
Los jefes y compañeros tendrían que ser catalizadores. No siempre es así. A veces juegan un papel de facilitadores y otras veces de obstaculizadores. Los primeros no sólo se alegran por ti, sino que te ayudan. Los segundos, a veces se pueden sentir incómodos por tus motivaciones y ponen el foco en “trabajar para que no se te vea”. Los hay. De los primeros y de los segundos. La clave es saber discernir y rodearte de personas con valores.
¿En qué circunstancias conviene poner freno a esos impulsos de ‘grandeza’ profesional?
Para mí la clave está en saber responder a esta pregunta: ¿cuál es mi “para qué” de lo que estoy haciendo? Es decir, cuál es la intención de fondo, qué mueve mi comportamiento.
Cuando en la respuesta a esta pregunta sólo aparece los pronombres yo, mí, me, conmigo, posiblemente sea un buen momento para parar y pensar sobre la honestidad y la generosidad de nuestros anhelos.
Los impulsos de grandeza tienen que ser coherentes con lo que dices que realmente te importa. Es decir, con los valores de tu SER, no de tu EGO.
¿Dónde puedes localizar tus mejores aliados? ¿O es algo que el profesional tiene que hacer en solitario?
Para mí es clave buscar aliados. Hago la distinción entre aliados emocionales y aliados estratégicos. Los primeros te recuerdan tus propósitos cuando las circunstancias parecen no estar a tu favor y sostienen tus momentos de vulnerabilidad (personas de confianza y que te quieren). Es clave buscar aliados emocionales y estratégicos. Los segundos, son clave para generar situaciones que favorezcan tu camino. Los aliados estratégicos están más cerca de lo que a veces parece. La clave para encontrarlos es atreverse a declarar al mundo qué quieres y darte permiso a ti mismo para ir a por ello.